Palabras de Pablo
Querido Timoteo, a ver si vienes pronto. Dimas ha pasado de mí y se ha marchado a Tesalónica. Dice que esto del evangelio no es para él, que quiere vivir la vida. Y lo mismo ha hecho Crescente, aunque este se ha ido a Galacia, porque le han ofrecido trabajo allí. Solo se ha quedado conmigo Lucas, que es el más fiel. Y ya que vienes, tráete a Marcos, que es buenísimo anunciando la buena noticia. Tíquico tampoco está, le he mandado a Éfeso, que hay mucho que hacer por allí. Ah, y aprovechando el viaje, a ver si me puedes traer un abrigo que me dejé en casa de Carpo, que aquí hace un frío tremendo. Y tráeme también el disco duro, que tengo en él todas las cartas. Alejandro, el de las fotocopias, me ha tratado fatal. Ten cuidado con él, que creo que no le gusta nada lo que decimos. La verdad es que al principio, cuando me atacaron, nadie dio la cara. Yo creo que a todo el mundo le asusta un poco esto de anunciar el evangelio. Supongo que es por si les señalan, o les toman por ingenuos, o por si molesta decir la verdad, que mucha gente anda muy cómoda y prefiere no oírnos. Bueno, lo que te cuento, que me dejaron solo. Pero en fin, intento no enfadarme. Después de todo, Dios siempre me asiste y me da fuerzas para seguir adelante, y hablar más alto, para que lo oiga todo el mundo. No me voy a callar.
Rezandovoy (adaptación libre de 2Tim 4, 9-17)