La puerta

Dime cómo se llega
a la tierra añorada,
donde no hay gestos
de desprecio,
se conjuga
el encuentro,
se vive
la fiesta,
se canta
la justicia,
se invierten
los órdenes
de primeros y últimos.
Dime cómo se entra
en la lógica
del amor desnudo,
en la desmesura
del perdón infinito,
en la ciudad
de las alianzas
entre Dios y nosotros,
donde no hay
llanto invisible
tras muros de aflicción.


Yo soy la puerta,
dices.


Y al fin comprendo,
que tu evangelio
está abierto
para quien quiera
alcanzar
el horizonte
que prometes.

(José María R. Olaizola, sj)