Bendición
Bendito seas, hombre o mujer,
de toda lengua y nación,
de cualquier era,
habitante
de la tierra
y del tiempo. Dios susurra tu nombre
desde la eternidad,
un nombre único y distinto,
cambiante con las edades,
con la vida, con la historia.
Ese nombre es bendición.
Y es, a veces, caricia.
Es llamada,
es, incluso, el reproche
de quien se fía de ti
y sabe que puedes
dar más,
amar más,
volar más.
Bendito seas,
al descubrir
la hermosura única
con que el primer artista
trazó tus rasgos.
Al encontrar en tu palabra
el eco de su Voz.
Al reconocer la grandeza,
en la semilla plantada en ti.
Al romper tu coraza
y abrazar el mundo.
(José María R. Olaizola sj)