El laberinto de las excusas
Me llamas,
desde una salida
que aún no consigo alcanzar.
Tu voz es provocación
y promesa.
Intento llegar
al sendero,
donde me esperas.
Pero yo mismo
me entrampo
en mi laberinto.
Por buscar atajos
me pierdo,
por cargar
equipaje
inservible
me atasco,
por buscar
comodidades
me freno.
Y recorro sin cesar
los mismos versos,
atrapado
en callejones
abarrotados
de tesoros inútiles.
¿Tus huellas? ¿Tu voz?
¿Tu misión? ¿Tu reino?
Bastaría eso, para tirar los muros
y volar.
Mientras, yo, dando vueltas
en torno a madrigueras
y refugios,
a memorias y reservas,
a riquezas
que me atan.
Llámame, una vez más,
y que tu “Sígueme” se vuelva
martillo que derribe
todas mis resistencias.
(José María R. Olaizola, SJ)
desde una salida
que aún no consigo alcanzar.
Tu voz es provocación
y promesa.
Intento llegar
al sendero,
donde me esperas.
Pero yo mismo
me entrampo
en mi laberinto.
Por buscar atajos
me pierdo,
por cargar
equipaje
inservible
me atasco,
por buscar
comodidades
me freno.
Y recorro sin cesar
los mismos versos,
atrapado
en callejones
abarrotados
de tesoros inútiles.
¿Tus huellas? ¿Tu voz?
¿Tu misión? ¿Tu reino?
Bastaría eso, para tirar los muros
y volar.
Mientras, yo, dando vueltas
en torno a madrigueras
y refugios,
a memorias y reservas,
a riquezas
que me atan.
Llámame, una vez más,
y que tu “Sígueme” se vuelva
martillo que derribe
todas mis resistencias.
(José María R. Olaizola, SJ)