Adaptación de Is 49, 8-15
En tiempo de gracia te respondo, en el día oportuno voy a auxiliarte. Yo te defiendo, y hago contigo una alianza para restañar las heridas, para darte una tierra en la que vivir. En tu vida quizás hay prisiones. Pero yo te llamo a la libertad. Sal. Hay a veces oscuridad en tu horizonte. Pero Yo te digo, ven a la luz. La luz soy yo. La vida es un camino. Yo seré tu guía, y podrás alimentarte, podrás protegerte de las inclemencias del tiempo, porque yo te conduzco. Te ayudaré a encontrar tu ruta a través de las dificultades. Haré más accesible el sendero. Y te irás encontrando con otras personas como tú, de todos los lugares, de todas las edades, de todas las tierras…
Alégrate, canta, sonríe, celebra la vida. Porque yo te consuelo y me compadezco de tus extravíos y tus momentos de desazón. A veces sentirás que no estoy. Pensarás que te falto, y podrás creer que te he abandonado. Pero, escúchame. ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues incluso si ella se olvidara, yo te quiero más aún. Yo nunca, nunca te olvidaré.
(Rezandovoy)