Candiles de lo absoluto
Que resurjan nuestras ganas
de encender velas
del amor de Dios en este mundo,
para que nunca en él la oscuridad,
nos vuelva ciegos al dolor del prójimo.
Que nuestra fe escuchimizada
engorde, no solo con rezos,
sino también con obras.
Pues el hambre y la sed de nuestros días,
no digieren ya doctrinas sobre Dios.
Que el candil de nuestra vida
sea luz no de mecha gastada ni humeante,
sino de antorcha encendida que acompaña
las preguntas sobre Dios
en los golpes de la vida.
(Seve Lázaro, sj)