¡No llevéis alforjas!

¡No llevéis alforjas,
hinchazón de la piel
enferma de codicia
colgando de los hombros!

¡No llevéis alforjas!
Solo hay que llevar
lo que cabe en el pecho,
lo disuelto en la sangre
que se asoma en los ojos
y fecunda los sueños!

¡No llevéis alforjas!
Que no estorben
para acoger los abrazos,
cargar las ovejas perdidas
y los nombres amanecidos
al final de la noche.

¡No llevéis alforjas!
El reino ya está
donde lleguéis,
y el reino os espera
al regreso.

(Benjamín González Buelta sj)