Soledad (fragmento)

Madre en la soledad,
Madre en la muerte, para darnos vida
con la vida del Hijo subastada.
Madre en la noche del mayor silencio,
a tientas el andar del corazón
y la palabra humilde sin respuesta,
como una flauta en el desierto frío.

¡Sin respuesta de Dios ni de los hombres
sola en tu Soledad!
Más sola que el Dolor, dormido en tu regazo para siempre.
Más sola que la Muerte, renacida en tu gozo,
como una golondrina libertada.
Sola de todo Mal, con el Pecado muerto al pie de tu sonrisa.

Camino del sepulcro, con el llanto caído como un velo piadoso,
detrás de la derrota de tu Carne,
la soledad del mundo caminaba a tu paso, redimida.
De vuelta del sepulcro, mientras tu Soledad iba bordando
los ocultos senderos de la Pascua,
la Paz se recostaba sobre tus manos puras
y la Esperanza amanecía a tiempo, al filo de tus hombros, ¡alborada!

¡Te llamaremos todos, muchas veces, desde esta nuestra soledad tan sola,
María Soledad!
Soledad tan cercana y sin estorbos,
tan sonora de aroma y de ternura,
que hasta los niños ciegos han de poder hallarte.
María Soledad,
toda llena de Dios y de los Hombres,
Oh Soledad, oh compañía nuestra!

(Pedro Casaldáliga)