Sab 7, 7-11
Supliqué, y se me concedió la prudencia.
Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y en su comparación, tuve en nada la riqueza.
No le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro a su lado
es un poco de arena,
y junto a ella la plata vale lo que el barro.
La quise más que la salud y la belleza,
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos.
En sus manos había riquezas incontables.