Siempre estuviste ahí, Señor

¡Cuánto tiempo, Abba!
Siempre estuviste ahí, Señor.
Cuando mis padres aún eran niños, tú ya me pensaste.
En el seno de mi madre, ya estabas conmigo.
Cuando di mis dos primeros pasos, ya me sostenías.
Cuando aprendí a leerte en las cosas que has creado, ya me escuchabas.
Cuando hace años susurraste tu Nombre en mis oídos, ya me amabas.
Desde siempre, cuando amanece, ya me estás esperando.
En todos los atardeceres te supe al lado, celebrando juntos el día que termina.
En mis noches tu Luz y tu Presencia me hacen compañía.
En cada segundo de todos mis pequeños tiempos estás tú.
Y sé que, al final del camino, cuando el cansancio me agote, también estarás ahí,
como siempre, sosteniéndome.
Y entonces sentiré que, eternamente, estoy en casa.
En tu casa, Dios mío, finalmente en nuestra casa.

(Jaime Foces Gil)