Aquí hay para todos

Un capataz se dirige a una oficina de desempleados para buscar mano de obra para la construcción. Acude a primera hora de la mañana y se lleva unas cuantas personas, acordando con ellos un sueldo concreto. A media mañana acude de nuevo a contratar más desempleados, fijando con ellos la misma cantidad. Ya al caer la tarde, se acerca de nuevo y encuentra, en la misma oficina de la mañana, a varias personas que llevan allí todo el día, esperando conseguir un empleo. Se dirige ellos y les pregunta:
– ¿Queréis venir a la obra a trabajar?
– Claro que queremos. Llevamos aquí todo el día desesperados, sin hacer nada, y necesitamos ese sueldo para nuestras familias.
Cuando al final del día el capataz va a repartir los salarios a los trabajadores, les entrega a todos la misma cantidad. Los que llevan desde primera hora de la mañana, molestos, protestan:
– Oye, no es justo que nosotros recibamos el mismo salario que los que se han incorporado al final del día. Hemos estado todo el día cargando ladrillos, levantando muros, mezclando cemento, y ellos han llegado cuando ya estaba hecho lo más duro. Merecemos que nos pagues más a nosotros.
El capataz les responde:
– ¿Quiénes sois vosotros para decidir la paga de cada uno? ¿Creéis que tiene más suerte el que ha trabajado menos horas? ¿Qué es peor, estar sudando bajo el sol, pero con empleo o ver cómo pasan las horas y se desvanece la esperanza de un trabajo y un salario que llevar a casa? Hacen falta brazos y ponerse manos a la obra, y todo el que se apunte, será recompensado. No hay orden ni preferencia. Aquí hay para todos.

(Rezandovoy, actualización parábola de los trabajadores de la última hora)