El hombre golpeado cuenta su historia

Iba caminando, volviendo de mi quehacer cotidiano. Contento. Era un día como tantos otros. Mi familia esperaba en casa, y yo había terminado mi trabajo en la ciudad. Tenía hambre, y pensaba, con gusto, en la cena. Ni siquiera los vi venir. Me golpearon por detrás. Solo pensaba en que no quería morir. Llovieron los puñetazos y patadas. Me quitaron la cartera, y me quitaron la ropa. Intentaba cubrirme lleno de vergüenza. Al final se marcharon. Quedé tirado en el suelo, sin fuerzas siguiera para llorar. Se acercó gente. Traté de pedir ayuda, pero me miraban, incómodos, y pasaban de largo. No sé, pensarían que estaba borracho, o que era culpa mía. Entonces un hombre se bajó de un coche y se acercó. Me sujetó la cabeza con cuidado. Me dio de beber. Me subió a su coche. A mí me daba apuro mancharlo, con barro y sangre, pero ni me dejó hablar. Me llevó a una casa que no sé si era la suya. Yo no tenía papeles, ni podía hablar. Pero aquel hombre se encargó de todo. Me limpiaron las heridas, me bañaron y me acostaron. Se aseguró de que yo estuviera atendido y entonces me dijo que volvería… Cuando lo hizo, yo estaba ya mejor. No hablamos mucho. Yo no sabía cómo agradecerle lo que había hecho por mí. Me llevó, en su coche, a casa. Antes de bajar, me dio la mano. Le abracé fuerte. Yo tenía un nudo en la garganta, y solo pude balbucear: «gracias».

(Rezandovoy)