Sálvanos, que perecemos
Sin control y sin ancla,
la barca salta
como juguete
en manos de un crío.
Gritamos.
Nadie parece escuchar.
¿Dónde estás?
¿Nos has abandonado?
¿Hay alguien ahí?
La brusquedad nos sobrecoge.
La indiferencia nos angustia.
No hay contra quien cargar,
y, sin embargo,
buscamos culpables del viento.
Otras veces hemos surcado
este mar furioso,
y con tu ayuda salimos adelante.
¿Por qué olvidamos tu modo de estar
en cuanto nos atrapa la tormenta?
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)
la barca salta
como juguete
en manos de un crío.
Gritamos.
Nadie parece escuchar.
¿Dónde estás?
¿Nos has abandonado?
¿Hay alguien ahí?
La brusquedad nos sobrecoge.
La indiferencia nos angustia.
No hay contra quien cargar,
y, sin embargo,
buscamos culpables del viento.
Otras veces hemos surcado
este mar furioso,
y con tu ayuda salimos adelante.
¿Por qué olvidamos tu modo de estar
en cuanto nos atrapa la tormenta?
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)