Líbranos, Señor, de la codicia

Líbranos, Señor, de la codicia.
De atarnos a las riquezas
como el que se sujeta
con un cinturón de seguridad
al avión que vuela a su destino.

De constituirse a sí mismo
en centro de peregrinación
donde confluyan los caminos
de los que van y vienen
buscando al absoluto.

De inmolar nuestra libertad
ante el altar de la técnica
donde vamos destruyendo
con el consumo voraz
el futuro hecho objeto.

De acumular conocimientos
con el propósito callado
de hinchar nuestro apellido,
hasta que llegue vía satélite
hasta los confines de la tierra.

De apuntar con el índice
a nuestro propio pecho
jugando a ser como dioses,
mientras el dedo de Juan
señalaba a Jesús entre la gente
y Jesús señalaba a Dios y su Reino.

Líbranos de toda codicia,
la del espíritu y la técnica,
la de fama y el dinero,
ídolos que nos hacen orgullo
drogados por su brillo pasajero.
Para llenar la ansiedad
y el vacío de trascendencia
exigen su ración diaria
de sangre propia y ajena.

(Benjamín González Buelta, SJ)