¿Quién dice la gente que soy?
Una fábula de colegio,
un cuento edulcorado,
una mística sin pasión.
Un hombre de antaño
que vivió poco e hizo
lo que nadie en tres años.
Un peregrino buscador
que en sus noches espesas
se dejó encontrar por su Padre
–al que nunca llamó Dios–.
Un líder de su tiempo
que se jugó por su pueblo
sin alarde ni pompa,
y que el poder mató.
Energía cósmica,
alquimia pura,
poder sobrenatural.
Modelo de tatuadores y dibujantes,
de bucles y ruborizado.
Fotogénico como pocos,
retratado por ricos y pobres.
Tema asegurado entre
ateos, agnósticos y creyentes.
Presencia asegurada en
discursos, catedrales y suburbios.
El que rescata y no vacila.
Cuerpo entero ante el dolor.
Prioridad vital por lo perdido,
vencido y aplastado.
Palabra: dada, encarnada.
Jamás encadenada.
Sello indeleble.
Latido, sangre, pan.
Pasional y de entraña.
Oportunidad siempre nueva.
Siempre persona y propuesta.
Nunca a medida.
Todo don.
Pasión.
Triunfo a la muerte.
Resucitado y resucitador.
Encendido amor.
(Malvi Baldellou)
un cuento edulcorado,
una mística sin pasión.
Un hombre de antaño
que vivió poco e hizo
lo que nadie en tres años.
Un peregrino buscador
que en sus noches espesas
se dejó encontrar por su Padre
–al que nunca llamó Dios–.
Un líder de su tiempo
que se jugó por su pueblo
sin alarde ni pompa,
y que el poder mató.
Energía cósmica,
alquimia pura,
poder sobrenatural.
Modelo de tatuadores y dibujantes,
de bucles y ruborizado.
Fotogénico como pocos,
retratado por ricos y pobres.
Tema asegurado entre
ateos, agnósticos y creyentes.
Presencia asegurada en
discursos, catedrales y suburbios.
El que rescata y no vacila.
Cuerpo entero ante el dolor.
Prioridad vital por lo perdido,
vencido y aplastado.
Palabra: dada, encarnada.
Jamás encadenada.
Sello indeleble.
Latido, sangre, pan.
Pasional y de entraña.
Oportunidad siempre nueva.
Siempre persona y propuesta.
Nunca a medida.
Todo don.
Pasión.
Triunfo a la muerte.
Resucitado y resucitador.
Encendido amor.
(Malvi Baldellou)