Pregón
Todo empezó con un «Ven». O con muchos.
Ven a poblar nuestra soledad, decía el abandono
Ven a traer respuestas, pedía la inquietud.
Ven a sanar las heridas, clamaba la compasión.
Ven a tender puentes, proponían los abismos.
Ven a mostrarnos un camino, gritaba el extravío.
Ven a saciar nuestra hambre, rogaba la pobreza.
Ven a mostrarnos tu rostro, decía el amor.
Y Dios quiso venir.
Las llamadas desencadenaron una respuesta.
El silencio se abrió a la Palabra.
La Palabra se hizo carne.
La carne se volvió abrazo
y en ese abrazo cabíamos todos.
En Belén,
la soledad se encontró con el cariño.
La pregunta se convirtió en sabiduría.
Las heridas dejaron de doler.
Se trenzaron caminos en la niebla.
La mesa se dispuso para todos,
y Dios se hizo historia,
con rostro de niño.
Hoy, mucho tiempo después,
seguimos llamando: «Ven».
Es el momento de recordar
una respuesta que, desde entonces,
es promesa cumplida.
Dios-con-nosotros.
¡Para siempre!
(José María R. Olaizola, SJ)
Ven a poblar nuestra soledad, decía el abandono
Ven a traer respuestas, pedía la inquietud.
Ven a sanar las heridas, clamaba la compasión.
Ven a tender puentes, proponían los abismos.
Ven a mostrarnos un camino, gritaba el extravío.
Ven a saciar nuestra hambre, rogaba la pobreza.
Ven a mostrarnos tu rostro, decía el amor.
Y Dios quiso venir.
Las llamadas desencadenaron una respuesta.
El silencio se abrió a la Palabra.
La Palabra se hizo carne.
La carne se volvió abrazo
y en ese abrazo cabíamos todos.
En Belén,
la soledad se encontró con el cariño.
La pregunta se convirtió en sabiduría.
Las heridas dejaron de doler.
Se trenzaron caminos en la niebla.
La mesa se dispuso para todos,
y Dios se hizo historia,
con rostro de niño.
Hoy, mucho tiempo después,
seguimos llamando: «Ven».
Es el momento de recordar
una respuesta que, desde entonces,
es promesa cumplida.
Dios-con-nosotros.
¡Para siempre!
(José María R. Olaizola, SJ)