Distraído

Si me pierdo, Señor,
entre el ruido que no llena
y el silencio que no habitas.
Peleando guerras
que ni son las tuyas
ni a mí me conquistan.
Abrazando el humo
de fuegos imposibles.
Si me distraigo,
absorto en un concierto
de instrumentos desafinados,
despreciando la llave
sin abrir las cadenas,
descarriado
por no abandonar
seguridad
ni costumbre.

Dispersión que me cautiva,
seducción que me descentra,
apuesta que pierdo
al elegir otro juego.

Si llamas:
«Atento»,
Y lo estoy.
A todo
menos a ti.

Zarandea mi locura,
despiértame del ensueño,
sácame del camino a ninguna parte,
muéstrame tu rostro.
Si me pierdo, encuéntrame.

(José María R. Olaizola, SJ)