La puerta estrecha

Vengo a ti, Señor
cargado de intenciones,
repleto de motivos,
sobrado de palabras,
lleno de méritos.
Cargo un enorme baúl
de logros y por si acasos.
He acumulado propuestas,
he hablado en tu nombre,
he presumido de tu amistad.
Te traigo alardes de virtud
y tablas de cumplimiento.

¿Por qué esta angostura?
Abre más la puerta,
que no logro entrar con todo.
Me desespero,
protesto, gesticulo,
me enfado,
te llamo, apremiante.
Abre, Señor, ¿a qué esperas?

Algún día comprenderé
que, para pasar,
he de soltar motivos,
palabras y méritos.
Puedo desprenderme
de resultados, prevenciones,
y quitarme las medallas.

Al fin, despojado de apariencias
y desnudo de garantías,
serán tu amor
y tu gracia
la única llave
necesaria.

(José María R. Olaizola, SJ)