Tu talento viejo y gastado

Volverás,
pero no para saldar cuentas,
sino a celebrar
que ese amor
y esa fe que depositaste en mí
transformaron un trocito de este mundo.
Y yo, sorprendido exclamaré:
¡Era eso entonces
lo que tú esperabas de mi talento!

Lo único que siempre procuré
es que este rodara
de mano en mano,
de puerta en puerta,
de vida en vida.
Y que todo aquel
que lo requiriera,
lo tomara
al antojo de su precariedad.

Tu talento, Señor,
está ya viejo y gastado.
¡Tantas monedas más jóvenes
y de mayor valor
circulan por el mercado!
Pero yo sigo fiel a tu mandato.
Y ahí le tiro un día y otro
al juego de la vida.
Nunca se me multiplicó
y, tantas veces
lo creí inútil y perdido.
Pero siempre, de la manera
menos esperada,
regresaba.
Y quien lo traía, me contaba:
que si mi talento le había
hecho fiesta en el luto de su vida,
o le había liquidado
un poco de amargura;
o le había posibilitado
la compra de la semana,
o le había alcanzado
para una medicina.

No me lo quites todavía, Señor,
que me lo ha pedido
una vecina; la que vive sola.
Quiere que le haga
un poco de compañía.

(Seve Lázaro, SJ)