¡Maldita sea la cruz!

Maldita sea la cruz
que cargamos sin amor
como una fatal herencia.

Maldita sea la cruz
que echamos sobre los hombros
de los hermanos pequeños.

Maldita sea la cruz
que no quebramos a golpes
de libertad solidaria,
desnudos para la entrega,
rebeldes contra la muerte.

Maldita sea la cruz
que exhiben los opresores
en las paredes del banco,
detrás del trono impasible,
en el blasón de las armas,
sobre el escote del lujo,
ante los ojos del miedo.

Maldita sea la cruz
que el poder hinca en el Pueblo,
en nombre de Dios quizás.

Maldita sea la cruz
que la Iglesia justifica
–quizás en nombre de Cristo–
cuando debiera abrasarla
en llamas de profecía.

¡Maldita sea la cruz
que no pueda ser La Cruz!

(Pedro Casaldáliga)