El bienestar de la apariencia

¡Ay de aquellos
que saborean el dulce del azúcar en platos refinados,
pero no tienen paladar para la amargura del haitiano que corta la caña;
que miran la belleza en las fachadas de los grandes edificios
pero no oyen en las piedras el grito de los obreros mal pagados:
que pasean en carros de lujo por las nuevas avenidas,
pero no tienen memoria para las familias desalojadas como escombros;
que exhiben ropa elegante en cuerpos bien cuidados
pero no se preocupan de las manos que cosechan el algodón;
porque dejan resbalar sobre la vida su mirada de turistas
y no contemplan detrás de las fachadas con ojos de profeta!

¡Ay de aquellos
que sólo ven en el pobre una mano que mendiga
y no una dignidad indestructible que busca la justicia;
que sólo ven en los numerosos niños marginados una plaga
y no una esperanza para todos que hay que cultivar:
que sólo escuchan en los gritos de los pobres caos y peligros
y no oyen la protesta de Dios contra los fuertes;
que sólo contemplan lo sano, bello y poderoso
y no esperan salvación de lo más bajo y humillado,
porque no podrán contemplar la salvación
que brota en el Jesús marginado desde abajo!

(Benjamín González Buelta, SJ)