Yo soy el Señor, tu Dios

En estos días, el Señor pronuncia las siguientes palabras, dirigiéndose a su pueblo, a su gente, a su Iglesia, a su mundo: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto y te di la libertad. Que te entregué a mi hijo. Que lo resucité para mostrar el verdadero poder del amor. Que te llamé a seguirme, con tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia.
No te dejes atrapar por los ídolos. No confundas el amor con sucedáneos. No adores la riqueza, la belleza, o falsas imágenes de Dios. Yo soy el Dios que te ama, el padre del hijo pródigo, el Dios compasivo que creo en la posibilidad de cada ser humano de abrirse a mi Espíritu y vivir la compasión, la plenitud, la vida.
Mi ley es el amor. Cúmplela. La vida no puede ser solo trabajo. Descansa. Y en el descanso, inclúyeme a mí. Deja que te acompañe, que te guíe y que te ilumine. Te he creado a mi imagen, y yo soy un Dios que crea, pero también que disfruta de lo creado. Honra a tu padre y a tu madre. Que eso es amar. Como amar es respetar la vida, toda vida. Y ser fiel. Sirve a la verdad, no te apropies de lo que no es tuyo ni dejes que la envidia o la avaricia te envenenen. Yo quiero que tu vida sea plena.

(Rezandovoy, adaptación libre de Ex 20, 1-17)