Ten piedad

Las viejas pesadumbres de mi barro
me enturbian la alegría de la fiesta.
Todavía el agua de mis ritos
no se ha convertido en vino nuevo.

Me asaltan palabras fratricidas
y corrompen mis encuentros.
Todavía no he aprendido
a beber veneno sin dañarme.

Situaciones amenazantes
me angustian el pecho y el futuro.
Todavía tiemblan mis pasos
al caminar sobre las aguas.

¡Señor del barro,
de las palabras y las olas,
ten piedad de mí!

(Benjamín González Buelta, SJ)