De la 'Autobiografía' de san Ignacio

«Entonces descubrí en mí esta diferencia: que cuando pensaba en las cosas del mundo, me deleitaba mucho; pero luego me cansaba y lo dejaba, hallándome al final seco y descontento. Mas cuando pensaba en ir a Jerusalén descalzo, comiendo solo hierbas, y haciendo todos los sacrificios que veía hacer a los santos… En esos momentos no solo me sentía consolado, sino que pasado un tiempo seguía contento y alegre».