De la 'Autobiografía' de san Ignacio
«Días más tarde, me hicieron una nueva carnicería; en la cual, así como en todas las otras que antes había pasado y después pasé, nunca pronuncié palabra, ni mostré otra señal de dolor, más que apretar mucho los puños. Pero aun así empeoró mi estado, sin apenas poder comer y con otros síntomas que suelen ser señal de muerte. Y llegado el día de san Juan, los médicos, que tenían muy poca confianza en mi salud, me aconsejaron confesarme. Así, recibiendo los sacramentos, la víspera de san Pedro y san Pablo, dijeron los médicos que, si hasta la media noche no sentía mejoría, se me podía contar por muerto».