Corazón de Jesús
Tus brazos envuelven a toda criatura en gesto fraterno.
Tu rostro cansado proclama, callando, el perdón eterno.
Con manos vacías, clavado a este mundo llegas a la meta.
Siervo maltratado, corres el destino que anunció el profeta.
Tu cuerpo quebrado muestra, en su pobreza, un nuevo camino.
Del costado roto brota, a borbotones, el llanto divino.
Sangre y agua fluyen, lágrimas que gritan desde las heridas.
Siervo despreciado, que para salvarnos te das sin medida.
Hay crucificadas tantas esperanzas que no se marchitan pese a la sequía.
Hay crucificados tantos inocentes a los que el pecado dejó a la deriva.
Hay crucificado tanto amor negado que no halló respuesta cuando la pedía.
Pero allá, en la cruz, retando a las sombras, late un corazón que abraza la vida.
Es tu corazón, Jesús, casa donde guarecernos en nuestras tormentas.
Es tu corazón, Jesús, mesa donde recobramos las gastadas fuerzas.
Es tu corazón, Jesús, canto con el que bendices esta tierra seca.
Es tu corazón, Jesús, fiesta que a todos convoca y a todos alegra.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)
Tu rostro cansado proclama, callando, el perdón eterno.
Con manos vacías, clavado a este mundo llegas a la meta.
Siervo maltratado, corres el destino que anunció el profeta.
Tu cuerpo quebrado muestra, en su pobreza, un nuevo camino.
Del costado roto brota, a borbotones, el llanto divino.
Sangre y agua fluyen, lágrimas que gritan desde las heridas.
Siervo despreciado, que para salvarnos te das sin medida.
Hay crucificadas tantas esperanzas que no se marchitan pese a la sequía.
Hay crucificados tantos inocentes a los que el pecado dejó a la deriva.
Hay crucificado tanto amor negado que no halló respuesta cuando la pedía.
Pero allá, en la cruz, retando a las sombras, late un corazón que abraza la vida.
Es tu corazón, Jesús, casa donde guarecernos en nuestras tormentas.
Es tu corazón, Jesús, mesa donde recobramos las gastadas fuerzas.
Es tu corazón, Jesús, canto con el que bendices esta tierra seca.
Es tu corazón, Jesús, fiesta que a todos convoca y a todos alegra.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)