En primera persona

Mi alma te bendice, Señor, y todo mi ser quiere repetir y respetar tu santo nombre.
Quiero bendecirte cada día, sin olvidar todo el bien que has hecho y haces por mí. Tú perdonas todas mis culpas, y curas mis enfermedades. Tú rescatas mi vida cuando caigo en alguna fosa, y me llenas de gracia y ternura. Tú eres compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, no estás siempre acusándome ni guardando cuentas para siempre por lo que he podido hacer mal. Como se levanta el cielo sobre la tierra, así está extendida tu bondad sobre mí, sobre todos. Como está de lejos oriente de occidente, así alejas tú lo que he podido hacer mal, sin tenerlo siempre delante de mí. Mi alma te bendice, Señor.

(El Salmo 104 en primera persona, adaptación de Rezandovoy)