El rito

No has dicho
las palabras exactas.
No has hecho
los gestos precisos.
No has mostrado
suficiente reverencia.
No has utilizado
ornamentos finos.
No has seleccionado
música adecuada.
No tienes decencia,
has matado el rito.

¿Y si te centraras,
fariseo amargo,
en lo que se mueve
dentro de ti mismo?
Que de poco valen
las bellas proclamas,
los gestos exactos,
la expresión devota,
o el traje pulido
cuando por debajo
bulle la soberbia
y el amor se ha ido.

Valora lo hermoso.
Cuida la palabra,
que es la voz de Cristo.
Viste como debas.
Respeta los gestos,
mas no los traiciones
volviéndolos juicio.

Deja a Dios ser Dios.
Vuélvete a tu hermano,
acoge su historia,
lava sus heridas,
comparte los dones
que te han otorgado
en mesa de todos.
Y entonces el rito
estará bien vivo.

(José María R. Olaizola, sj)