El banquete de los imperfectos

Qué fácil es colocarse
en el tropel de los puros.
Reducir la fe
al cumplimiento,
que garantiza
un asiento
en el banquete
de los perfectos.
Qué triste, arrojar,
desde ese puesto,
migajas de esperanza
a quien, con pies de barro,
se siente indigno.
Algún día comprenderemos
que tu mesa se dispone
con criterios diferentes.
Que tu pan no restablece
a los saciados de ego,
de virtudes corrosivas,
de exigencias imposibles
para tristezas ajenas.
Que tu Reino no se compra
por un puñado de leyes.
Que tu amor no es la conquista
de guerreros invencibles.

Tu pan, tu Reino, tu amor,
es alimento ofrecido
a quien vive con hambre.
Y ese don,
gratuito y desbordante,
nos renueva y nos cambia.

(José María R. Olaizola, sj)