Bienaventurados

Dijeron
felices los importantes,
los radiantes, los esbeltos,
los que exhiben abundancias,
los que llegaron primero
los opulentos, los fuertes,
los que nunca naufragaron,
los que manejan los hilos,
los que siempre caen de pie.
La vida era una carrera
hasta conquistar la dicha
reservada a unos pocos.

Al escucharlo pensé,
qué infeliz soy.

Dijiste
felices los pobres de espíritu,
los frágiles,
los que lloran,
los rechazados,
los abatidos,
los golpeados,
los que se esfuerzan
aunque fracasen,
los derrotados
que aún confían,
los que aman.
Un dique se rompió.
Miré alrededor.
Otros ojos brillaban.
El silencio fue sed,
y empecé a beber de tus palabras.

Había esperanza
para las sombras de dentro.

(José María R. Olaizola, sj)