La tierra prometida

No era un lugar,
la tierra prometida.
No era una hermosa parcela,
un trozo de paraíso
o un terreno que llamar propio.
No era el vergel o el oasis,
el refugio o la calma.
No era volver al Edén.
Era la gente.
Esa era la promesa.
Un mundo de encuentros.
Una amistad posible.
El amor echando raíz.
Eran aquellos
a quienes siempre podías volver.
Estaba en todas partes.
Como el mismo Dios.

(José María R. Olaizola, sj)