¿Quién dice la gente que es Jesús?
En aquel tiempo, ya avanzado el siglo XXI, Jesús estaba con algunos de los que hoy se llaman cristianos. Y les preguntó: «¿Qué dice hoy la gente de mí?»
Empezaron a responder: «Hay quien dice que eres un personaje histórico muy influyente. Hay quien dice que eres un fraude, un invento de un grupo de seguidores que no encajaron bien tu muerte. Hay quien dice que eres un maestro de moral, de ética, de humanismo».
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» –continuó Jesús–.
Entonces, uno tomó la palabra y le dijo: «Para nosotros tú eres Cristo, el Hijo de Dios, el rostro más humano de Dios y el reflejo más divino de lo que podemos ser las personas. Eres nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Nuestro maestro».
Entonces Jesús le mira y le dice: «Qué bien has hablado. Pues cuéntalo. Cuéntalo con tus palabras y con tu vida. Cuéntalo con tu ejemplo. Ayuda a otros a descubrirme. Pero no edulcores el mensaje. Diles también que mi camino lleva a la cruz, que serán perseguidos, que los jefes deben servir…»
El que había hablado con acierto interrumpe, dándose un golpe en el pecho: «Aquí estoy yo para que eso no pase, maestro. Quien te ataque me va a oír. Hoy triunfará tu mensaje».
Pero Jesús le interrumpe: «¡Qué bruto eres! Ahí están hablando la soberbia, la vanidad, y el triunfo. No el evangelio. Tienes que aprender a pensar a la manera de Dios».
(Rezandovoy)
Empezaron a responder: «Hay quien dice que eres un personaje histórico muy influyente. Hay quien dice que eres un fraude, un invento de un grupo de seguidores que no encajaron bien tu muerte. Hay quien dice que eres un maestro de moral, de ética, de humanismo».
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» –continuó Jesús–.
Entonces, uno tomó la palabra y le dijo: «Para nosotros tú eres Cristo, el Hijo de Dios, el rostro más humano de Dios y el reflejo más divino de lo que podemos ser las personas. Eres nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Nuestro maestro».
Entonces Jesús le mira y le dice: «Qué bien has hablado. Pues cuéntalo. Cuéntalo con tus palabras y con tu vida. Cuéntalo con tu ejemplo. Ayuda a otros a descubrirme. Pero no edulcores el mensaje. Diles también que mi camino lleva a la cruz, que serán perseguidos, que los jefes deben servir…»
El que había hablado con acierto interrumpe, dándose un golpe en el pecho: «Aquí estoy yo para que eso no pase, maestro. Quien te ataque me va a oír. Hoy triunfará tu mensaje».
Pero Jesús le interrumpe: «¡Qué bruto eres! Ahí están hablando la soberbia, la vanidad, y el triunfo. No el evangelio. Tienes que aprender a pensar a la manera de Dios».
(Rezandovoy)