Mi paz les dejo, mi paz les doy

La paz del encuentro esperado
y del sorpresivo.
La del gesto sencillo
pero «decidor».
La paz que aviva el fuego
de los pueblos,
y hace de los solitarios,
comunidad.
La paz de la sonrisa
que termina discusiones,
y del diálogo
que diluye la niebla
de la desconfianza.
Dóname, Señor,
la paz tremenda
de la entrega generosa
y de la solidaridad ciega;
una paz más fuerte
que las guerras de mis miedos,
y de mis cobardías paralizantes.
La paz que se vive,
se sufre y se contagia…

(Viviana Romero)