Sacrificio

No es dar, sino darse.
No es poner en la balanza
una cuenta suficiente
de virtudes,
un balance positivo
de bondades,
o una dosis razonable
de ternura.
No es llevar en el diario
de la vida
un listado de gestos,
un saldo de minutos
entregados,
o una impecable hoja
de servicios.

Es darse.
Uno mismo.
Del todo.
Consagrar
los días
a la fe y a la justicia
que el mismo Dios
nos enseña.
Pronunciar su Nombre,
incluso cuando callas.
Celebrar el tiempo,
convertido en historia
de amor.

Es darse.
Aceptar su alianza.
Sin medida.
Con locura.
Y ser, del todo,
suyos.
Y ser, en todo,
suyos.

(José María R. Olaizola, sj)