Santos Inocentes

Raquel sigue llorando,
devastada por sus hijos.
Ahogados en el mar
de la indiferencia
y el abandono.
Hambrientos de justicia.
Tiroteados en reyertas ajenas.
Caminantes solitarios,
vagando entre multitudes
que olvidaron el amor.
Eliminados,
porque estorban.
Empujados a los abismos.
Atravesando desiertos.
Enganchados al veneno.
Adictos a espejismos.
Expulsados del hogar
por las fieras de la guerra.
Violentados
por la ley del deseo ajeno.
Y sus gritos,
silenciados
por el ruido
atronador
de hipócritas
y embusteros
Solo les queda
clamar,
esperanzados,
por la justicia inmortal.
Dios no abandona.

(José María R. Olaizola, SJ)