Apariciones

Se convirtió en faro
para muchos que vagaban
perdidos en la tormenta
y sacudidos por las olas.
Se convirtió en refugio,
lugar al que regresábamos
sabiendo que siempre encontraríamos
un abrazo sanador,
un plato en la mesa
y una palabra oportuna.
Se convirtió en mar
en el que nos zambullíamos
para recobrar la pasión primera.
Se convirtió en árbol,
con dos grandes ramas que apuntaban al cielo,
pero, dobladas por el peso de sus frutos,
nos envolvían a todos.
Se convirtió en canción,
y a veces sonaba muy dentro
reavivando memorias y proyectos.
Se convirtió en misterio,
una pregunta eterna
que nos libera para siempre
de la prisión de las certezas.

(José María R. Olaizola, SJ)