Emaús
Emaús sigue atrayéndonos hoy.
Para rumiar derrotas,
para evitar riesgos,
para acomodar la vida
y domesticar el evangelio.
Volvemos, cabizbajos,
pensando que no es posible el amor,
que no hay sitio para el perdón,
que al final vence el odio.
Otras lógicas imperan,
otros señores parecen imponerse.
Señor, ¿por qué nos prometiste tanto
que no se ha cumplido?
–parecemos decir con nuestra vida–.
Y tú, peregrino discreto,
sigues saliendo al encuentro,
en una homilía que enciende el corazón.
En un rato de oración que prende fuego dentro,
en el rostro de un hermano crucificado que pide respuesta,
en una canción que trae el eco de tu música.
Y entonces, como aquellos caminantes,
te reconocemos. Y sabemos que es verdad.
Y regresamos a Jerusalén,
que es la vida de cada uno,
para contarlo,
para contarte.
(Rezandovoy)
Para rumiar derrotas,
para evitar riesgos,
para acomodar la vida
y domesticar el evangelio.
Volvemos, cabizbajos,
pensando que no es posible el amor,
que no hay sitio para el perdón,
que al final vence el odio.
Otras lógicas imperan,
otros señores parecen imponerse.
Señor, ¿por qué nos prometiste tanto
que no se ha cumplido?
–parecemos decir con nuestra vida–.
Y tú, peregrino discreto,
sigues saliendo al encuentro,
en una homilía que enciende el corazón.
En un rato de oración que prende fuego dentro,
en el rostro de un hermano crucificado que pide respuesta,
en una canción que trae el eco de tu música.
Y entonces, como aquellos caminantes,
te reconocemos. Y sabemos que es verdad.
Y regresamos a Jerusalén,
que es la vida de cada uno,
para contarlo,
para contarte.
(Rezandovoy)