Tu onza de oro

No me quieres recortado,
ocupado tan solo en lo mío:
mis planes, mis negocios,
mis tareas, mis iniciativas;
inversor de su rentabilidad.
No me quieres ensalzado,
creyéndome eterno aspirante
de títulos y conocimientos,
cargos y designaciones,
girando mi perfil profesional.
No me quieres encerrado,
aun siendo los más verídicos,
en mis credos, argumentos,
opiniones, puntos de vista;
trending topic de la actualidad.
Me quieres pobre y humilde,
generoso y a todos cercano,
para que «tu onza de oro»
desvanezca en los atribulados
su angustia, sin coste alguno.
Me quieres presto y dispuesto,
imaginativo, combativo y audaz,
para que «tu onza de oro»
arranque de todos el miedo,
invitándoles de nuevo a soñar.
Me quieres de tu Reino, servidor;
estanque de tu presencia
y de tu evangelio, surtidor;
hasta que «tu onza de oro»
torne a los desmemoriados tu voz.

(Seve Lázaro, sj)