Los hijos del Reino
Expande, Señor, tu reino entre nosotros.
Muchos se opusieron,
otros se enamoraron perdidamente.
Los hijos del reino son los que iluminan,
aunque traten de apagar su luz;
los que se unen para defender
los derechos de los últimos,
aunque sean tildados de comunistas;
los que luchan por la vida
desde el principio hasta el final,
aunque los etiqueten de antiprogresistas;
los que ofrecen sus bienes a los pobres,
aunque les digan «no seas tonto,
piensa en ti y en tu familia»;
los que perdonan setenta veces siete
y dan agua al enemigo,
aunque les repitan que «al enemigo ni agua»;
los que se despojan de las armas de la violencia
y no devuelven mal por mal,
sino que siempre llevan entre sus manos
la bandera blanca de la paz;
los que pintan de bondad y amor el mundo
más allá de la fealdad y malicia aparentes;
los que ponen su tiempo al servicio del otro
sin recibir un «gracias» ni reconocimiento.
Estos y muchos más son los hijos del reino,
trovadores que con sus vidas
entonan la mejor canción: el Evangelio.
(Fermín Negre)
Muchos se opusieron,
otros se enamoraron perdidamente.
Los hijos del reino son los que iluminan,
aunque traten de apagar su luz;
los que se unen para defender
los derechos de los últimos,
aunque sean tildados de comunistas;
los que luchan por la vida
desde el principio hasta el final,
aunque los etiqueten de antiprogresistas;
los que ofrecen sus bienes a los pobres,
aunque les digan «no seas tonto,
piensa en ti y en tu familia»;
los que perdonan setenta veces siete
y dan agua al enemigo,
aunque les repitan que «al enemigo ni agua»;
los que se despojan de las armas de la violencia
y no devuelven mal por mal,
sino que siempre llevan entre sus manos
la bandera blanca de la paz;
los que pintan de bondad y amor el mundo
más allá de la fealdad y malicia aparentes;
los que ponen su tiempo al servicio del otro
sin recibir un «gracias» ni reconocimiento.
Estos y muchos más son los hijos del reino,
trovadores que con sus vidas
entonan la mejor canción: el Evangelio.
(Fermín Negre)