Adora y confía (a la manera de Dios)

No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que yo quiero.
Ofréceme en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que,
pese a todo,
acepta los designios de mi providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si yo te considero plenamente realizado,
a mi gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese amor mío
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.
Piensa que estás en mis manos,
tanto más fuertemente sostenido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote,
y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa,
reflejo de la que yo
continuamente te dirijo.
Y en el fondo de tu alma coloca,
antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de mi paz.
Recuerda:
cuanto te deprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en el nombre
de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso,
cuando te sientas apesadumbrado, triste,
adora y confía.
(adaptación de la oración de Teilhard de Chardin)