Madre de los días inciertos

Cuando muerda el frío,
ateridos, inseguros,
anhelando la hoguera
y sintiendo temor,
siéntate con nosotros,
madre,
en el hogar.
Cuéntanos la historia,
de una muchacha
que no temió
la llamada
que cambiaba todo.
Háblanos de aquel «Hágase»
que abría la puerta sellada
del perdón y la esperanza.
Y de los días inciertos,
de las miradas difíciles,
de las dudas, tan humanas.
Evoca, para nosotros,
aquella intemperie
que fue cuna de la Vida.
Enséñanos tú,
maestra del silencio,
a guardar en el corazón
las respuestas intuidas
que germinan
en fe inquebrantable.
Hasta la cruz.
Y más allá.
Cuando muerda el frío,
envuélvenos,
señora, con tu manto.

(José María R. Olaizola, SJ)