Aprendizajes de guía

Vivir ante los otros y ante ti
con el rostro
del alma destapado,
dejando al descubierto
la inocencia y la contradicción.

Quedarse en silencio
hasta que la mirada y el rostro
tengan algo que contar,
sin querer convencer,
sin articular palabra.

Advertir que lo más cierto
nunca queda lejos,
que se encuentra ahí,
demasiado cerca,
en los claroscuros del corazón.

Persistir sostenido y confiado,
incluso sobre el suelo movedizo
de mis derrumbes;
en los cascotes
de mis ruinas y mis pérdidas.

Saber que todo amor verdadero
es arrastrado sin remedio
hasta la angustia,
permaneciendo por los siglos
de un madero colgado.

Abandonar toda órbita
de aplausos y fachadas,
que me arranque
de la tierra sagrada
del servicio y la humildad.

Deshacer los nudos
de mis sombras del pasado,
los de mi culpa y maldad,
en tu presencia,
en tu misericordia.

Esperar que los vaivenes de mi fe
se calmen en el agua de la súplica.
Y confiar en el tesón que,
aunque caiga,
sigue avanzando hasta la meta.

(Seve Lázaro, sj)