Diálogo en penumbra

¡No supe verte, Jesús,
no supe verte!
Inundados
mis ojos de lágrimas,
llena de preguntas
y estancada
en los recuerdos,
mi alma
en la penumbra caminaba.

Conocía tus pasos,
tu risa, tu voz,
tu mirada.
Tu amor seguía
latiendo por mis venas.
Pero, no te encontraba.

Y me hablabas,
me hacías preguntas.
Y yo te respondía.
¡Pero, cuánta asimetría
de corazones había
en tan poco espacio!

Mas todo cambió
cuando mi nombre
pronunciaste.
Escucharlo,
te resucitó.

¿Cómo no amarrar
ese momento?
Quise retenerte,
lo confieso,
hasta hacerte mío.

Solo con los años entendí,
y fue la lección más dura,
que resucitar, a veces,
es dejar morir
lo que se amaba
y empezar de nuevo a recorrer,
cual testarudo discípulo,
la infinita distancia
entre mis ojos y los tuyos.

(Seve Lázaro, sj)