Un signo
Vosotros, esta humanidad tan global, tan sabia, tan preparada en muchas cosas, no os enteráis. Seguís pensando que a Dios hay que demostrarlo. Pedís signos, pruebas, os cuestiona el mal del mundo, las muertes inocentes, la realidad del pecado. Y exigís que demuestre mi amor acabando con todo ese mal. Pero ¿no veis que no dejo de enviar propuestas, mensajes, y caminos para hacerlo? Todos los que, como Jonás, como los discípulos, y como yo mismo, hemos gritado: «convertíos». Convertíos al amor. A la justicia. A la paz. A la compasión. Convertíos a la verdad, a la esperanza, a la vida verdadera. Y vosotros, erre que erre, empeñados en pedir signos y en cerrar los ojos y los oídos a mi palabra y al prójimo. Lo que no termináis de ver es que tantos hombres y mujeres sí han escuchado, y han confiado… Tantos, arriesgándolo todo, han alcanzado el amor… Ellos serán vuestros jueces. Porque, con sus vidas, demuestran que era posible.
(Rezandovoy, inspirado en Lc 11, 29-32)
(Rezandovoy, inspirado en Lc 11, 29-32)