Lenguaje de signos

Abre la puerta, Señor
y entra para quedarte.
Sin prisa,
repíteme como a un niño
eso que quieres decirme.
Porque ningún
sordomudo de la vida
puede entender a la primera.

Saca tú del baúl de mi alma,
uno por uno, los delirios
y sofocos escondidos.
Y enséñame a mirarlos
con tu calma,
mientras dejo
que lo dedos
de tu Espíritu
mitiguen la tensión
que me provocan.

Destrábame la lengua,
para que pueda contarte
los fastidios, rencores
y reveses que
se llevan
tu serena paz
de mi existencia.
¡Pon saliva sobre ellos!
No sea que endurezcan
y logren atascar el manantial
de tu amor, de tu esperanza.

¡Tenme paciencia, Señor!
Algún día, aprenderé
a vivir solo de silencio…

(Seve Lázaro, sj)