Soy tu templo

Señor, ven con tu Espíritu a limpiar mi casa
como hiciste con el templo de Jerusalén.
Yo soy tu templo, tu morada,
el lugar donde has querido quedarte a vivir… tu hogar.
A veces, también comercio, juego a dos bandas
y me dejo mover por intereses
que nada tienen que ver con tu Evangelio.
Y así, se cuelan dentro de mí
envidias, soberbias, desconfianzas, miedos,
mediocridades, mentiras, violencias, inconstancias…
que afean y oscurecen mi «castillo» interior.
Por eso, airea todas mis habitaciones
con el soplo de tu misericordia y tu bondad.
Abre todas mis puertas y ventanas
para que me atraviese de nuevo la belleza de tu claridad.
Y quédate a vivir para siempre en mi casa.

(Fermín Negre)