¡Cómo te entiendo, María!

A tientas
por lo opaco
de la noche,
caminas
como sin espera alguna.
Más vivos que nunca
tus recuerdos,
encerrado en ellos
el amor es algo muerto.
¡Cómo te entiendo, María!
Cuánto cuesta aprender
que lo que amé sin reservas
no puede volverse añoranza
que el paso del tiempo sepulte.
Que el amor
siempre se abre camino,
que nunca
deja de ser una llamada,
con mi nombre,
en espera de contestación.
¡Cómo te entiendo María!
cuánto duele aprender
que el amor, si se retiene,
con el tiempo
se arruga, se marchita.
Que hay que
recibirlo y gustarlo
sin ponerle
puertas ni cortapisas.
…Y cuando se marche,
partir con él,
esparciendo
agradecidos
su luz resucitante
a cuantos, a tientas,
caminan aún atrapados
en la noche, el desamparo,
la turbación y el desconsuelo.

(Seve Lázaro, sj)