Permanecer
Hoy todo fluye,
todo cambia,
todo trae fecha de caducidad.
Maldito presente absoluto
que se nos ha instalado dentro,
como un intruso,
ocupando las estancias
de la memoria y la esperanza
con su ahora
cargado de exigencias.
Y así, huérfanos de historias
y vacíos de futuro,
somos presa
de los estados de ánimo,
tan cambiantes.
Nos devoran las crisis
en tiempo menguante.
Nada perdura.
Ni el amor.
Ni las promesas que hicimos
y que recibimos.
Ni la confianza
en el para siempre.
No sabemos conjugar
el verbo permanecer,
y exigimos
que todo, hasta Dios,
cambie a nuestra medida.
Así no hay viña que crezca y dé fruto.
Devuélvenos, Señor,
la conciencia
de tu tiempo y tu presencia.
Enséñanos a ser sarmientos
de la vid, que eres Tú.
Devuélvenos la fe,
Tú que calmas las tormentas.
(José María R. Olaizola, SJ)
todo cambia,
todo trae fecha de caducidad.
Maldito presente absoluto
que se nos ha instalado dentro,
como un intruso,
ocupando las estancias
de la memoria y la esperanza
con su ahora
cargado de exigencias.
Y así, huérfanos de historias
y vacíos de futuro,
somos presa
de los estados de ánimo,
tan cambiantes.
Nos devoran las crisis
en tiempo menguante.
Nada perdura.
Ni el amor.
Ni las promesas que hicimos
y que recibimos.
Ni la confianza
en el para siempre.
No sabemos conjugar
el verbo permanecer,
y exigimos
que todo, hasta Dios,
cambie a nuestra medida.
Así no hay viña que crezca y dé fruto.
Devuélvenos, Señor,
la conciencia
de tu tiempo y tu presencia.
Enséñanos a ser sarmientos
de la vid, que eres Tú.
Devuélvenos la fe,
Tú que calmas las tormentas.
(José María R. Olaizola, SJ)