Creo

Creo en ese Dios,
no del dedo acusador,
sino del que guarda silencio
escribiendo en la tierra.

Creo en ese Dios
que me invita a mirar
dentro de mí mismo,
antes de juzgar a los demás.

Creo en ese Dios
que no airea pecados ajenos
ni busca chivos expiatorios,
para forjar vínculos comunitarios.

Creo en ese Dios
que protege a la mujer,
del «excitado» poder varonil
y machismo religioso.

Creo en ese Dios
que nunca cierra puertas
y que siempre, siempre, despide
poniéndonos en camino…

(Seve Lázaro, sj)