Tu promesa

Que nada dependa de mí,
ni sea yo el artífice
de su iniciativa
y desarrollo.
¡Cómo podría sostenerlo!
Si, con el tiempo,
todo lo que en mí descansa
se malogra,
envejece
y agota en su fecundidad.

Que todo descanse
en tu promesa creadora
de amor y de vida,
de crecimiento
y multiplicación:
mis días aciagos,
mis noches en vela,
también mis trabajos,
dudas
y hasta equivocaciones.
Todo se vuelve semilla
de algo nuevo
en tus manos, Sembrador.

(Seve Lázaro, sj)